En la ciudad del demonio se sentía el invierno: llovía a cántaros casi todo el tiempo como si "se cayera el cielo sobre el infierno", el viento soplaba fuertemente llevándose las cometas de los infantes que tristemente sonreían al ver a sus padres partir lejos por intentar alcanzar un sueño que en si no era nada más que un espejismo.
Yo quería vivir lejos de todo, como un ermitaño que no sabia como era la luz. Por esta razón yo vivía en un pequeño cuarto de hotel ubicado en el centro de la ciudad, en donde la luz era casi escasa, no podía ver mas allá de mi vieja fotografía del colegio, las goteras del techo caían sobre mis pies descalzos y escribía cuentos para niños huérfanos que ya no vivían en esta ciudad.
Un día lluvioso, luego de tomarme un poco de vodka como merienda, mire por la ventana y en el tejado del edificio de al frente había una figura caminando de un lado a otro, en ese momento todo estaba oscuro no podía observar nada, hasta que se predio la luz de un faro cercano al hotel entonces lo vi.
Su figura se me hacia familiar, sus zapatos de color azul con un notable exceso de uso, su saco gris con rayas rojas, sus pantalones negros y su manera de caminar era casi idéntica a un viejo amigo que no había visto hace tantos años desde que desapareció en un día de invierno como este.
Luego de mirarlo por un momento en me dio de su desesperación desaprecio entre la neblina espesa, yo comencé a sentir como si ahora el me observara, sentí como el respiraba cerca mio entretanto yo lo buscaba al otro lado de mi ventana.
Mi silla rechinaba con mis constantes movimientos, no sabía donde esconderme si abajo de mi cama o buscar el lugar menos apropiado para poder dormir esta noche sin temer nada, entre la desesperación de la búsqueda encontré un recorte de un periódico viejo en el que decía:
"¡El nuevo psicópata de la ciudad del demonio ataca de nuevo! esta vez degolló a su víctima y pinto un símbolo de interrogación en una pared del centro"
En ese momento pensé en el hombre que había desaparecido frente a mis ojos, inmediatamente cerré la ventana y puse el doble seguro a mi puerta de manera podrida, me arme con una escoba y puse a correr el agua de la ducha oxidada que tenía, el sonido del agua me calmaba en medio de la angustia de saber si sería la nueva víctima del ese psicópata, entonces caí en un profundo sueño.
El sueño me hacía pensar en la voz ronca de mi madre
llamándome como siempre a la hora de la comida
pensando que no estaba muerta mi sonrisa seguía en mi rostro
la luz parecía ser infinita y el sol brillar en medio de los campos donde crecí
Crecí perdiendo mi tiempo lanzando monedas a los vagabundos que veía volar
en los grandes aviones que chocaban en mi cabeza o mirando a los locos soñar
creando alas con los brazos de los cuerdos y a los tristes payasos sonriendo al mirarme llorar.
Mi sueño me llevaba a recordar todo poco a poco
mi primer amor que acabo con un intento de homicidio,
el sutil beso de una prostituta a la que no le pague una noche de domingo
y mis amargos paseos en los buses subterráneos de esta ciudad.
De cierto modo me sentí perdido como si hubiera caído en un gran vació
estaba pensando que he ganado un juego que nunca jugué por miedo a ser vencido,
pero fue entonces cuando me di cuenta que el estaba atrás mio
como un sombra que se desvanecía con la falta de luz y sin destino.
Al levantarme del suelo lo mire fijamente, el se quito su mascara de papel y sonrió.
Yo de alguna forma sonreí al mismo tiempo que el, solo de esa forma me di cuenta que me estaba mirando en el espejo del baño y que en verdad yo era "El psicópata de la ciudad del demonio".
El que degollaba a las personas por diversión y se desvanecía lentamente entre la neblina espesa, apunto de encontrar otra victima. Yo estaba siempre saliendo a las calles con mi mascara de hombre normal y una pala en el hombro como un verdadero ciudadano de este lugar, el verdadero monstruo sin rostro.
¡HOMBRE SIN ROSTRO Y SIN NADA QUE PERDER!