Caminantes sin rumbo, esperando ser salvados por sombras de oscuridad; o morir en el intento de creer en la libertad que los ha traicionado una vez más. Esperanza con sabor a ceniza, pan sin color y agua con sabor a derrota. Siempre solos mirando caer las estrellas y sintiendo que son parte de ellas.
La guerra comenzó, ellos se quedaron mirando, mientras todos morían a la sombra del gran árbol rojo. Parecía que no había quien sobresaliera de ellos. Eran solamente, soldados, vagabundos y mujeres sin respeto.
Pero, ¿quién sabe más de ellos que Camila?
Camila una niña aún cuando miró a su madre caer al abismo más oscuro, el abismo de la razón; sus antepasados soñaron en luchar por dioses que ni veían, en historias sin sentido que viajaban por el mundo como las leyendas de héroes caídos en la locura. Pero, esa dulce niña, que se mudó a la gran ciudad para encontrar la felicidad que su madre buscó y nunca encontró, los miraba como personas ordinarias que eran caminantes o vagabundos; eran parte de los altares más grandes que el hombre había construido.
Por eso, ella podía imaginarlos perfectos y adorarlos sin miedo. Hasta que creció y perdió la razón. Se encontró con la locura que tanto había buscado.
- "Caímos dormidos en éste abismo"- Ella se decía así misma a diario -
- No solamente despertamos sin pies - Le respondió una pequeña voz que gritaba desde su interior -
Camila parecía la luz que nunca brillaba en esta ciudad de ceniza y polvo. Un ángel sin voz que buscaba entender porque nadie la escuchaba gritar o cantar las historias de sus antepasados.
-Habíamos soñado con encontrarnos entre ellos - Su pequeña voz se lo decía suavemente -
Pero, cada día estaba más lejos de mirarse a un espejo o a un reflejo como ellos. Transformándose en un monstruo como todos los que corrían sin mirar a quien pisan, solamente para llegar a la cima del monte más alto de la ciudad del demonio.
Camila, camina sin rumbo; buscando el sol en la oscuridad de sus ojos cafés o en su cabello negro. Su idioma olvidado o las palabras que no eran suyas habían transformado a cualquiera en creyente de su sabiduría. Mientras tanto, miles de ojos la miraban, la criticaban sin saber quien estaba atrás de ese maquillaje "barato", de esa forma de ser tan extraña para la gente ordinaria que no quería escuchar nada más que la palabra "dinero".
Ella lavaba todos los días los trapos sucios, de los demonios que habitaban en las grandes montañas de metal; siempre observaba como la tela se desgastaba como el alma de ellos; transformandoce en lo que en verdad son.
-No hemos perdido aún- Ella se decía a si mismo al mirarse en el reflejo del agua sucia -
Ella, seguía el camino que su madre buscó, sin entender porque estaba tan perdida entre la multitud; construyó miles de paredes que no podían ser destruidas por la ambición que segaba a los que la rodeaban. Miró, pero nunca sonrió hasta éste día.
Éste día que parecía ser un domingo.
Despertó sin el sabor de razón que había sentido desde que nació, se miró al espejo y vio a alguien que no conocía, las mentiras parecían ser verdades, las palabras parecían ser tan ambiguas como la realidad o la fantasía; lo subjetivo parecía ser una vez más objetivo. Las utopías eran realidades sin color que nos ayudaron a caminar hasta morir en paz.
Confundida salió de su pequeño apartamento y siguió paso a paso mirandoce en un pequeño espejo. Hasta que vio a un hombre dando vueltas en círculos, igual de confundido que ella.
Pero ella, no sabía como acercarse a él, solamente lo miró por un rato y pensó que era alguien como ella. Un caminante o vagabundo sin corazón ni alma, un poeta o algún tipo de pintor que enloqueció al ver el cambió igual que ella.
Él la miró y se acercó.
- ¿Por qué? - Le preguntó él
Ella no le respondió, simplemente miró.
- ¿Quieres caminar conmigo? - Le preguntó
-Sí - Ella respondió tímidamente.
Entonces, comenzaron a caminar juntos por la ciudad, que se había transformado en un lugar amable y pasivo. Las personas ya no miraban a Camila con desprecio o asco, la miraban como lo que querían ser, querían escuchar las historias que ella contaba en voz baja antes, ser como Camila era ser real según los demonios que la habían pisado tanto.
Pero, ella siguió caminado, buscando sombras y arena para construir un castillo donde vivir; un lugar donde soñar que la realidad nunca es buena, o por lo menos para ya no pensar en las cabezas de sus antepasados rodando por la colina del gran árbol rojo.
Mientras que, la mañana se iba y el sol calentaba las ideas de Camila hasta dejarla vacía. Sus pensamientos parecían nublarse como el día, solamente sonreía pero ya no sabía porque lo hacía.
-Vamos a ver el atardecer en la cima de esa colina- Él le dijo
-Sí vamos - Ella respondió
Cuando menos se dio cuenta, sus ojos se aclararon, la pequeña voz en su cabeza ya no le susurraba nada, y la luz cubrió la oscuridad de las montañas de metal por las que estaba rodeada. Las personas aplaudían con cada paso que daba y él parecía ser cada vez más "perfecto".
Miles de ojos rojos, sedientos de poder la miraban subir más y más alto.
-¡CAMILA, CAMILA! - gritaba una multitud -
Ella ya no miraba atrás y el día se estaba apagando el sol parecía ser una estrella lejana que se escondía atrás de la colina, el río dejo de fluir, los pájaros dejaron de cantar, la oscuridad cubría la ciudad y las personas no dejaban de gritar.
Camila se sintió como una reina y sonrió por última vez.
-¡Gracias, gracias! - gritaba con fulgor-
Entonces él escribió en el árbol rojo:
"No, no estamos solos; pero no entendemos porque soñamos tanto; somos esperanza u oscuridad"
Los ojos rojos se apagaron y la soledad parecía ser compañera de todos aquellos que la razón negaban. Perdidos en un lago de sangre los pájaros cayeron para morir en paz. Todos dejaron de cantar, parecía que la tristeza lleno la ciudad del demonio.
Entonces, nadie dijo nada solamente el silencio decidió, un dulce filo tan frío como el invierno paso por su garganta, la sangre poco a poco iba saliendo como agua de muerte, el río fluyó de nuevo, las personas torturaron su cuerpo, su alma y su identidad.
La voz de su cabeza corrió, pero nadie la alcanzó,
las palabras que fueron mentiras ahora son verdades
y ella murió sin saber si alguna vez fue libre.
El eco del pasado la dejó sin aliento y sintió que corría por las nubes para ser una estrella que en el horizonte nadie ve, solamente los niños sordos y los malditos locos.
Murió como sus antepasados en el abismo de la razón.
Entonces, nadie dijo nada solamente el silencio decidió, un dulce filo tan frío como el invierno paso por su garganta, la sangre poco a poco iba saliendo como agua de muerte, el río fluyó de nuevo, las personas torturaron su cuerpo, su alma y su identidad.
La voz de su cabeza corrió, pero nadie la alcanzó,
las palabras que fueron mentiras ahora son verdades
y ella murió sin saber si alguna vez fue libre.
El eco del pasado la dejó sin aliento y sintió que corría por las nubes para ser una estrella que en el horizonte nadie ve, solamente los niños sordos y los malditos locos.
Murió como sus antepasados en el abismo de la razón.
Dedicado a: Pinky Fernandez-Salvador