viernes, 8 de abril de 2016

Sin identidad.

Se escuchaban gritos al fondo de una calle, gritos de desesperación, cómo si la muerte hubiera nacido esa noche sin neblina en dónde hasta el hombre más fuerte de la ciudad del demonio tenía miedo de salir a la calle. Las voces de los llamados "desertores" se apagaban cada día; ellos aquellos hombres que caminaban sobre el agua, miraban a todos sin saber quienes eran y que no seguían las leyes que el nuevo rey implantó.

Soñadores escondidos en las cloacas buscando la forma de matar a los que seguían al demonio, con sus cuchillos de madera húmeda, lapices sin punta, pensamientos sin forma  y bolsas de plástico en sus cabezas creaban aires de revolución entre las personas que no querían verlos.

Llamados "sombras", "hombres sin corazón" y "desertores" por todos los fieles seguidores del rey; discriminados por sus descabellados sueños de libertad, seguían sus principios hasta la ultimas consecuencias, aunque no quedaban muchos, solamente tres y el único joven era Paúl.

Paúl era una sombra sin pesadillas, siempre positivo sobre sus ideas de saltar los muros y buscar ayuda; conocido como "el sol" por esa luz que parecía dar su sonrisa. Él casi media dos metros, tenia ojos cristalinos como el agua del río donde los sueños de muchos se ahogaban a diario, aparte sus grandes músculos lo hacían parecer invencible, sus zapatos negros como sus pensamientos escondían sus sueños, chaqueta de cuero  tan usada y vieja como sus pantalones vaqueros casi sin color.

Él con su cuchillo de madera húmeda cazaba a ciertos  hombres solitarios que caminaban al amanecer por las calles del norte de la ciudad, esos hombres agotados de esperar una respuesta del exterior, eran capaces de suicidarse sin saber porque; a ellos les gustaba nadar desnudos en el lago de sangre para sentir algo de vida entre sus entrañas, caminar sobre fuego para entender que es el calor o intentar vivir con algo de pasión, hombres sin nada que perder que se escondían entre la multitud para parecer normales, también conocidos por Paúl como los "desconocidos".

Los desconocidos eran los enemigos naturales de los Paúl, él estaba convencido que ellos traicionaron a su padre y la mayoría de sus amigos. Siempre si desaparecía alguien significaba que algún hombre desconocido lo traicionó o lo llevo a una trampa. Entre ellos habían miles pero el más extraño era uno que sonreía sin dientes, caminaba sobre el agua y podía hablar con seres de múltiples dimensiones,

Ese hombre no tenia nombre, era como un mito entre todos los habitantes de la ciudad, pero Paúl estaba convencido que fue el que mató al tercer desertor, ahora solamente quedaban él y su maestro contra un mundo lleno de llamas que caen del cielo.  Así que Paúl cada noche se sentaba a cien metros de un muro, lo miraba por horas mientras dibujaba en el suelo puertas sin perillas, pájaros sin alas, hombres sin mascaras y lo que parecía ser el rostro de su padre.

Mientras él pensaba,  su maestro lo miraba por horas cuidando que ningún guardián lo capturé. Su maestro era todo lo que quedaba, puesto que luego de cinco años de guerra civil los desertores eran ya solamente los dos hombres.

-Deja de mirar los muros, saltarlos es imposible- Le decía su maestro, varías veces.

-Aún no me rindo, lo volveré a intentar esta noche- él respondía.

-¡Sí sigues así caerás en el mismo hueco que tu padre!- Su maestro le gritó, luego camino en círculos mirando lo que dibujaba Paúl y despareció.


Paúl escribió una frase muchas veces hasta que el sol salió: "Envidio a los pájaros que no están atados al suelo, que parecen ser libres de ir a dónde quieran sin reglas ni leyes, sin dioses ni demonios".

Él no sabía que su maestro se había ido, camino todo el día disfrazado de una persona normal para encontrarlo, pero jamás encontró una pista que lo llevé a verdad. Llegó al parque sin árboles dónde vio la ultima vez a su padre, en un pequeño charco se miró fijamente luego de mucho tiempo y recordó todo.

La noche se volvió oscura, nunca cayó la neblina pero la ciudad se llenó de un silencio aterrador, las ratas se escondían de las voces, las madres lloraban mientras ahogaban a sus hijos, los hombres dejaban flotar sus cuerpos por las cloacas, todos eran parte de algo espantoso, los rituales del demonio habían comenzado otra vez. Las flores negras sonreían, el rey volvió a gritar, la muerte llegó y Paúl se olvidó de quien era.

Entre sueños escuchó una voz interior que le decía: "¿Acaso no te has dado cuenta, imbécil?, ¡Tú eres el último que queda aquí!"

Él asustado corría en círculos y tropezaba con sus recuerdos.


La voz seguía diciendo una y otra vez: "Tu fantasía, tu revolución todo es una ilusión, tú creaste a los hombres desconocidos, esos hombres son guardianes del demonio, tu maestro soy yo, la voz de tu nuevo amo la que te habla desde que perdiste la razón creyendo que vas a escapar de esta ciudad"

-¡NO PUEDO ADMITIR LO QUE ME DICES!- ESCAPARÉ DE ESTO- GRITO DESESPERADO.

Se escondió al fondo de una vieja calle, para que los guardianes no lo encuentren. Pero aún no se daba cuenta que no habían enemigos, sus enemigos fueron creados por él mismo pensando que era especial, raro, desconocido, que podía cambiar al mundo, sin saber quien es.

Al despertar de su pesadilla, cansado de pensar, él se fue auto degollando, sus memorias se fueron uniendo cada vez que el cuchillo de frío metal que atravesaba un poco más de su cuello y su gran fuerza que nunca existió, fue poco a poco quitándose la cabeza para ya no escuchar esa voz que le hablaba sobre la realidad, quería vivir en la fantasía de él ser un héroe que salvaba a todos del demonio quien ya hace mucho dominaba esa ciudad dónde él creció y vio a todos morir o servir al rey.

Paúl gritaba en soledad ahora, simplemente por no creer, por querer ser un hombre sin cabeza, un guardián más que sueña en ser un ave sin dirección, pero que al final son solamente sueños, se dio cuenta que le cortaron sus alas hace mucho y que su cabeza que ahora flota por la cloaca donde vivía era lo que le hacía sentir más que su corazón oscuro.

Dedicado a: Erika Coronel.